Nacido y criado en Punta Arenas y con sangre vasca y noruega e incluso italiana, Alejandro Etcheverry Arentsen tiene una interesante historia familiar que contar. Su tatarabuelo Arnt Arentsen llegó desde Noruega en 1889 a instalarse en la austral ciudad, con la idea de establecer una colonia que se denominaría “Normannia”, entusiasmado por las similares condiciones de la zona con su tierra natal. Sin embargo, la iniciativa se frustró porque el gobierno de la época no la aprobó.

Por otra parte, su bisabuelo Fortunato Ciscutti llegó desde Italia, y siendo ingeniero constructor realizó varias obras importantes en la región, como el camino desde Punta Arenas a Puerto Natales. Luego su abuelo Pedro Arentsen fue ganadero y comerciante en Punta Arenas, Cónsul Honorario de Noruega y vicepresidente de la FAO en Sudamérica en los años ‘50.

La historia en esta ciudad se siguió escribiendo con la llegada, en 1959 desde Valparaíso, de su padre, Sergio Etcheverry Matamala, como funcionario de aduanas. “Venía destinado por dos años pero conoció a mi madre y nunca se regresó. Ya en Punta Arenas se independizó como Agente de Aduanas, ejerciendo por más de 40 años. Mi familia por el lado de mi padre es de origen vasco, llegando a Talcahuano el bisabuelo. La familia de mi padre también fue aduanera, algunos ex Agentes de Aduanas y otros funcionarios de aduanas, como mi abuelo, quien fue de la primera generación de vistas de aduana en el año ‘37”, cuenta.

En sus planes originales, Alejandro Etcheverry no andaba por los caminos aduaneros. Como Experto Agrario se especializó en lanas y lanares, llevando una vida vinculada a la naturaleza como administrador de estancias, llegando a administrar una de las más grandes en la región, a cargo de 50.000 ovinos.

“En el año 2005, hice un giro completo de mi vida con un nuevo desafío, estudié Ingeniería en Administración de Empresas e ingresé a la Agencia de Aduanas de mi padre para continuar con el legado familiar. Posteriormente me preparé para postular a Agente de Aduanas y, luego de salir en segundo lugar en la prueba en el concurso que convoca la Dirección Nacional de Aduanas, fui nombrado el 9 de septiembre del 2011 como agente”, explica.

Hoy el equipo de trabajo de la agencia se conforma de 20 personas con diversas aptitudes, “algunos con 40 años de experiencia, otros con la vitalidad de la juventud y sus conocimientos tecnológicos, lo que ha hecho el complemento ideal para el servicio que prestamos”.

Con la pandemia, algunos están trabajando desde sus casas y quienes cumplen con tareas presenciales las continúan con los resguardos necesarios, cumpliendo con una adaptación oportuna que les ha permitido seguir operando. “Sin duda ayudaron las gestiones hechas por la directiva de la Cámara Aduanera de Chile”, destaca Alejandro.

De su trabajo, lo que más le gusta es que no se cae en la rutina, todos los días se presentan nuevos desafíos y le resulta gratificante poder dar soluciones oportunas y certeras.

Cuenta que “nuestra labor es un poco distinta, esta zona es de poco movimiento comparada con el resto del país, somos solo 150.000 habitantes. Además tenemos una situación tributaria y aduanera especial, por ser Zona Franca, la Ley Navarino Porvenir, Ley Tierra del Fuego y todo lo relacionado con el tema antártico, lo que hace que la normativa aduanera sea distinta al resto del país y para lo cual hay que estar bien preparado. Nuestro servicio es el mismo que realiza cualquier Agente de Aduanas en Chile, con la única diferencia de que debemos estar preparados para todo evento, debido a que, por el poco volumen de movimiento existente, no podemos solo especializarnos en un área como lo hacen algunos colegas en el resto del país”.

Casado con la médico radióloga Claudia Jorquera, también magallánica, comparten dos hijos adolescentes que estudian en la Universidad Católica en Santiago: Catalina, quien egresó de la carrera de Dirección Audiovisual, y Andrés, en segundo año de Ingeniería Plan Común.

Fuente: CADCH